jueves, 20 de julio de 2017

Desmontando la Cultura de la Monogamia



Claudia Caballero

Notas del libro "Desmontando la Cultura de la Monogamia" de Na Pai


El principal objetivo de este libro no es cuestionar la monogamia per se, la intención fundamental es cuestionar nuestra cultura monógama, que no nos deja otra opción que la monogamia.
Si entendemos que aquí estamos debatiendo varias ideas sobre las relaciones, sin ánimo de atacar ni menospreciar a nadie ni su forma de relacionarse, entonces quizás es posible distanciarnos de nuestras ideas y valorarlas más objetivamente—y, quizás, incluso ¡valorar positivamente nuevas y extrañas ideas sobre otras formas de relacionarnos!
También quisiera romper con la concepción binarista de las relaciones afectivo-sexuales, como si sólo hubiera dos modalidades posibles y contrapuestas: la monogamia o la poligamia. Con esta visión tan limitada y reduccionista, es fácil que si cuestionamos la monogamia nos acusen de estar a favor de la poligamia, nada más lejos de la realidad. Entiendo que monogamia y poligamia son tan sólo dos modelos entre muchísimos otros; cada cultura, en cada lugar y cada momento histórico determinado ha tenido su propio modelo. 
Una cultura monógama es aquella cultura donde existe un ideal hegemónico de relaciones afectivo-sexuales monógamas tal y como sucede en nuestra sociedad. Así pues, en nuestra sociedad la monogamia no es un mero modelo de relaciones afectivo-sexuales, ya que no es una opción más entre otras, sino que es el modelo hegemónico, en el cual nos vemos forzadas a encajar tanto si nos gusta como si no. La opresión está en la presión social que nos fuerza a encajar con este único modelo, invisibilizando o marginando cualquier alternativa.
Históricamente, la cultura monógama ha sido inherente a un sistema de organización social patriarcal en el que cumple la función de constituir proyectos económicos estables y de por vida, para reproducir y criar hijos legítimos a quiénes transmitir el estatus social y la propiedad privada, a fin de reproducir el orden y jerarquía social existente. Paralelamente al auge del estado y mercado capitalista, la cultura monógama pierde gradualmente su función económica y familiar, y pasa a cumplir una función de satisfacción afectiva y sexual de los individuos de acuerdo con el ideal de amor romántico, desligándose de su carácter vitalicio
Rompiendo el silencio
Generalmente se considera que las relaciones afectivo-sexuales pertenecen a la vida privada de los individuos y, por tanto, son algo que forma parte de la libre elección de cada individuo. Todos los efectos negativos que produce la cultura monógama son tratados como problemas personales y, para justificarlos, a menudo se alega una falta de madurez emocional. La respuesta son fórmulas para adaptarnos mejor, descartando cualquier alternativa posible.
Sobre la abierta aceptación social de la cultura monógama
La represión, problemas psicológicos, violencia... que produce el machismo y la homofobia son rechazados categóricamente por sexólogos, expertos en políticas de género, articulistas y tertulianos varios. En contraposición, estas mismas problemáticas pero, con la cultura monógama como causa, siguen plenamente normalizadas y aceptadas en cualquier ámbito y expresión cultural de nuestra sociedad.
Cuando una relación monógama pasa por una “crisis” o se rompe, es posible que ambos miembros de la relación vivan dramas emocionales y trastornos psicológicos que se aceptan de forma natural como consecuencia lógica e intrínseca del amor. La represión sexual que conlleva la exclusividad sexual propia de la cultura monógama, no es tan sólo legitimada, sino que incluso es motivo de exaltación como símbolo de fidelidad. En esta cultura tampoco es extraño elogiar los celos o incluso el sentimiento de posesividad identificado cómo muestras de amor.
Problemáticas sentimentales de la monogamia romántica
La actual cultura monógama ligada al ideal de amor romántico promueve algunos sentimientos de carácter negativo que a menudo se entremezclan y se retroalimentan:
Los celos son un sentimiento que experimentamos instintivamente desde muy pequeñas. En nuestra cultura monógama, sentimos celos cada vez que percibimos que algún intruso puede despojarnos de nuestra pareja. En el caso de que tu pareja conozca una persona con quien comparta afecto y atracción sexual, deberá elegir entre esta persona o tú. No se contempla la posibilidad de mantener ambas relaciones al mismo tiempo. Por eso nos sentimos tan celosas si descubrimos que nuestra pareja tiene un amante. Este amante se convierte en una potencial amenaza para la continuidad de nuestra relación de pareja.
Lo apostamos todo a una sola carta; dedicamos la mayor parte de nuestro afecto, nuestro apoyo, nuestra afinidad, nuestros proyectos de futuro... a una sola persona: nuestra pareja. Es por ello que si se rompe esta relación debido a que un amante intruso nos roba la pareja, se derrumba todo nuestro proyecto de vida
En tercer lugar, tenemos la baja autoestima fomentada por la idea de que una sola persona puede satisfacer todas las necesidades sexuales y afectivas de otra persona para toda la vida. A partir de aquí, es fácil infravalorarse, ya que nadie es perfecto para su pareja.
Afortunadamente, los celos, las inseguridades, la baja autoestima y las frustraciones no son sentimientos insuperables. Somos capaces de trabajar sobre estos sentimientos para reducirlos a su mínima expresión. Somos capaces de construir un nuevo imaginario colectivo en el que el amor y el sexo no son productos exclusivos ni excluyentes, sino que es posible y saludable compartirlos.
Violencia monógama
Tendemos a descargar toda nuestra rabia contra los maltratadores, pero por mucho que intentemos desterrarlos, si no confrontamos la cultura de la monogamia siempre seguirá habiendo maltrato y maltratadores. Maltratadores y víctimas son dos roles complementarios e intrínsecos a un mismo modelo de relación. Más a menudo de lo que pensamos estos roles se intercambian, y esto por no decir que hay victimismos que también maltratan. La raíz del problema no son los maltratadores—no hay personas malas de per se, sino nuestro modelo de relaciones  hegemónico que permite que la violencia y el maltrato se desarrolle impunemente.
El determinismo emocional no existe
No existe el determinismo emocional; las personas somos capaces de educar y crecer emocionalmente, cultivando los sentimientos positivos (alegría, confianza, amor) y rechazando los negativos (celos, miedo, baja autoestima, odio) en nuestras relaciones personales. Nuestros sentimientos están condicionados en gran medida por la cultura en la que estamos inmersas y pueden ser manipulados por los poderes fácticos a través de su sistema propagandístico (educación, mass media...), para que sirvan a sus propios intereses. Esto es bastante evidente con los sentimientos de inseguridad, miedo y odio, los cuales son manipulados para promover el consumismo, el recorte de derechos y libertades o el apoyo a intervenciones militares.
Desmontando los celos
Los celos son una de las más grandes trabas a abrir relaciones fuera de la monogamia. La nociva experiencia de celos nos empuja hacia la monogamia—la idea es: “con un firme pacto de exclusividad sexual no tendré que sufrir por sentir celos”. Pero en realidad, esto es un pez que se muerde la cola: es la misma cultura de la monogamia que promueve los celos que nos hace desear la monogamia con lo cual establecemos relaciones monógamas que fundamentan la cultura de la monogamia.
Considero que los celos no son un único sentimiento sino todo un conjunto de emociones (principalmente inseguridad, disgusto y rabia) que sentimos cuando percibimos una situación de amenaza, injusticia o traición por la posibilidad de que alguien nos algo que. De la sensación de amenaza vienen los sentimientos de inseguridad, miedo, y ansiedad; del sentimiento de injusticia o traición viene la humillación, el disgusto y la rabia hacia la persona que nos ha desprovisto de lo que queremos. Como bien sabemos, todo ello puede degenerar en conductas agresivas y violentas.
Para hacer frente a los celos hay dos puntos básicos: 1. trabajar la confianza en nuestras relaciones para que no podamos sentirnos amenazadas en ningún momento y establecer pactos que realmente podamos cumplir ambos miembros de la relación para después no sentirnos tratadas injustamente o traicionadas.
Las relaciones abiertas son el mejor remedio a los celos, nos ofrecen un espacio de total confianza, sin reglas ni expectativas desmesuradas donde el auténtico deseo es el eje de cada relación.
La teoría es simple: si realmente quieres a una persona, querrás que sea lo más libre y feliz, él es feliz cuando se relaciona libremente con otros y estas relaciones son compatibles con la vuestra, así que no suponen ninguna amenaza.
Lamentablemente al llevar esta bonita teoría a la práctica en un país monógamo como el nuestro, se vuelve difícil.
¿Hay alternativas a la monogamia?
Quizás el mayor inconveniente a la hora de superar la cultura monógama es la incapacidad de imaginar modelos de relaciones afectivas y sexuales alternativos a la monogamia.
Es lógico, ya que prácticamente no tenemos otros referentes.
Ningún modelo universal se puede adaptar a las necesidades individuales de todos los individuos, lo ideal sería la ausencia de modelos establecidos que normativicen como debemos relacionarnos. Pero esto no significa la aceptación acrítica de cualquier tipo de relación: aspiramos a construir un mundo sin relaciones opresivas, ni posesivas, ni cerradas.
Relaciones abiertas. De la dependencia a la amistad
Una buena manera de entender qué son y cómo funcionan las relaciones abiertas es fijándose en cómo funcionan las de amistad. Las relaciones de amistad suelen ser las relaciones más libres y saludables porque son las menos pautadas y reguladas así que nos ofrecen un buen modelo del cual aprender y aplicar a las relaciones afectivo-sexuales.
No necesitamos jerarquizar las relaciones tan exageradamente, como si sólo se pudiera tener una persona realmente importante en nuestra vida—la pareja-.
Si bien valoramos mucho y nos parecen muy importantes los momentos que compartimos íntimamente con un amigo, en los que podemos sincerarnos y explayarnos con mucha más facilidad, no por ello valoramos menos o nos parecen menos importantes las relaciones de amistad de carácter más colectivo.
Una relación ideal o saludable se encuentra en el equilibrio entre la dependencia total—como cuando dependemos totalmente de una sola persona y se crea una presión muy grande—y la independencia total—como cuando la relación es tan superficial que nos importa poco lo que le pueda pasar a la otra persona.
No hay libertad sin seguridad
Las personas necesitamos sentirnos libres, pero antes que libres necesitamos sentirnos seguras: seguras económicamente, seguras ante las adversidades. Parece ser que nos condiciona más el miedo a la pérdida que el deleite por las posibles ganancias, en otras palabras, nadie apostará por unas relaciones más libres si con ellas se pone en riesgo su confort.
El sentimiento de comunidad ha sido destruido a costa de la desconfianza y el egoísmo consumista. En las zonas masificadas donde vivimos cuesta confiar o ser generoso con alguien de fuera de casa, porque sólo para empezar, la gran mayoría de la gente nos es desconocida. Si pretendemos construir unas relaciones más libres, tenemos que empezar por restablecer la comunidad, construir unas relaciones económicas de apoyo mutuo que vayan más allá de la pareja y la familia nuclear.
La preeminencia de lo económico sobre lo afectivo-sexual
La monogamia es un modelo que ofrece un mayor rendimiento económico debido a que limita el altruismo y la reciprocidad dentro de pequeños núcleos familiares de exclusividad afectivo-sexual mientras que promueve la posesividad y la competencia debido al afán de beneficio para la propia familia  y la acumulación de riqueza a través del sistema de herencia, generación tras generación. Una sociedad segregada en pequeños y estables núcleos económicos familiares, posibilita una organización económica más jerárquica y eficiente, y, por lo tanto, más productiva, más acomodada económicamente
De la propiedad a la comunidad
En definitiva, una revolución sexual y afectiva sólo se puede dar en paralelo a una revolución económica. El amor libre sólo es posible en una sociedad donde nos podamos sentir seguras no a través de lo que poseemos (ya sea la casa, el coche o la pareja) sino a través de un sentimiento de pertenencia a una comunidad de apoyo mutuo en la que poder sentirse amparadas y apoyadas en todo momento.
Si compartiéramos colectivamente la propiedad de la tierra, el amor y el sexo, ya no tendríamos que competir por acceder, y estos bienes escasos y difíciles de obtener se convertirían en bienes comunes y al alcance de todos. Si en vez de propiedad privada existiera propiedad de uso—la tierra para quien la trabaja, el amor para quien lo cultiva—, nadie podría explotar a nadie ni a nivel económico ni afectivo
Unas relaciones más libres con más tiempo libre conllevan menos rendimiento económico, menos riqueza material, pero eso no significa necesariamente una vida menos feliz.
Tan pronto disponemos de lo básico para vivir, nuestra felicidad no depende tanto de nuestra riqueza material como de la calidad de nuestras relaciones.
Nos hace falta reequilibrar esta gran cantidad de tiempo que malgastamos trabajando y consumiendo con el poco tiempo que dedicamos a jugar, cuidarnos, y relacionarnos más libremente. Hace falta cambiar el miedo a perder lo que poseemos por la alegría de compartirnos a nosotros y lo que construimos juntas.
Significa pasar del poseer al compartir, de la propiedad a la comunidad

Del activismo al anticapitalismo
Para que el anticapitalismo sea real, son necesarios algunos requisitos fundamentales: para empezar, no puede ser únicamente una ideología, una estética o una afición por algunas horas de “tiempo libre”, también debería ser una práctica coherente que se refleje en todos los ámbitos de nuestras vidas (la alimentación, la vivienda, la tecnología, las relaciones ...).
Debería ser un movimiento de base y horizontal, sin vanguardias ni paternalismos, es decir, un movimiento que nazca en el individuo y que se extienda gradualmente en la escala grupal no podemos pretender cambiar la sociedad si no somos capaces de cambiar nuestras propias vidas! Esto significa construir comunidades cooperativas y sostenibles. No es posible hundir el capitalismo desde dentro sin derrumbarse a ti misma—no se puede no querer el sistema del que se depende.
Puesto que el presente es el único momento que podemos experimentar, no podemos aplazar el anticapitalismo para otro día. Ahora es el mejor momento para empezar a vivir como queremos vivir.
Para consultar el libro completo:
 https://distribuidorapeligrosidadsocial.files.wordpress.com/2011/11/desmontando-la-cultura-de-la-monogamia-3-0.pdf




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