domingo, 27 de julio de 2014

ANTE EL SILENCIO CULPABLE

Claudia Caballero

¿Qué silencio es culpable de la muerte de un hombre?
¿Qué silencio en nosotros ha colgado inocentes?
¿Qué silencio maldito ha cegado algún nombre?
¿Cuántas veces al día merecemos la muerte?[1]


A tres días del bombardeo israelí hay 100 hombres, niños y mujeres muertos en Palestina; Mireles es detenido por defender la vida y la dignidad, Snowden ha sido exiliado en Rusia por mostrar con indignación la vigilancia y control del sistema, Oscar Hernández preso por exigir incansablemente educación; y 40 mil niños migrantes, en lo que va del año, huyendo de la violencia en sus países. 

¿Qué silencio ignorante ha devastado la vida?
¿Qué silencio cobarde ha torturado animales?
¿Qué silencio condena a la miseria al hombre?
¿Cuántas veces al día merecemos la muerte?

Como humanidad hemos creado muchos problemas que causan sufrimiento y vergüenza. En la raíz de estos problemas se encuentran la voracidad con la que hemos devastado al planeta y nuestra incapacidad para relacionarse  con otros seres humanos.

¿Cómo vivir en armonía con la naturaleza, y no buscando su dominación?
¿Cómo generamos comunidades vivientes?
¿Cómo cuidamos y articulamos los ecosistemas que hoy existen?
¿Cómo es la vida que merece ser vivida?

Ante la lógica de guerra a la que nos han sometido y hemos sometido, necesitamos generar espacios donde sea posible la reproducción de la vida; espacios no dependientes de un poder, sino articulados en convivencia; espacios autorealizados, con identidades fuertes,  no basadas en slogans o banderas, sino en el profundo afecto de lo que con esfuerzo se conserva. Necesitamos ecosistemas en donde lo diverso se sintoniza de manera simple. Ecosistemas claramente identificados con un territorio que se respeta y se cuida; necesitamos los pies arraigados a la tierra.  

¿Cómo el diálogo nos puede ayudar a crear empatía?
¿Cómo aprendemos a amarnos y vivir mejor juntos?
¿Cómo dar lo que el otro necesita?
¿Cómo es la vida que merece ser vivida?

El amor es fundamento de la realidad social, por lo tanto toda política que ignore sistemáticamente el amor resultará inhumana. Soltar el amor de poetas y parejas; de miedos y prudencias; llevarlo a las palabras y a las acciones. Hacer el amor con las palabras y su gesto  primario es el cálido y honesto diálogo,  sin corazas compartirnos a través de nuestras convicciones y creaciones; compartir pensando en el otro, compartir sin esperar retribución, compartir porque es necesario hacerlo para que se preserve la vida, compartir para transformarnos y cantar el mantra que forma el sonido de los corazones cuando laten por un mismo propósito.

¿Y qué pasaría si le dejamos de poner precio al planeta?
¿Y si dejamos de valuar en pesos lo que nos da vida?
¿Cuánto cuesta la felicidad?
¿Cómo es la vida que merece ser vivida?

Estamos reaprendiendo a vivir, pensar y amarnos en la cotidianidad. Hace 42 años Meadows hablaba de frenar el crecimiento y buscar la vida sostenible, hoy nos dice que debemos olvidar la sostenibilidad, llegamos muy tarde para eso, su recomendación es centrarnos en la resiliencia, la capacidad de asumir y sobreponerse a situaciones adversas.
Vivir individual e íntimamente con entereza, al mismo tiempo ser parte de espacios creadores de lo inédito, en el más amplio sentido ser parte de ecosistemas, dónde podamos experimentar y resistir creativamente en convivencia con los otros. Y desde ahí aportar con el diálogo empático y  articulador en la consciencia e imaginación global.



[1] Verso de la canción de Silvio Rodríguez “Cuántas veces al día ”

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